Guillermo Rossini: el ángel del humor que se eleva entre risas y memoria

Publicado el 23 de noviembre de 2025, 5:04

El Perú despierta hoy con un silencio extraño, como si las calles hubieran perdido su chispa de picardía. Guillermo Rossini, voz entrañable de Los Chistosos y figura legendaria de Risas y Salsa, partió a solo dos meses de cumplir 93 años. Su hijo, Coco Rossini, lo anunció con un mensaje breve y desgarrador: “¡Mi ángel! Ahora vuela muy alto, te recordaremos con mucho amor”.

Pero en este país donde la risa es resistencia y la ironía es bálsamo, Rossini no se va del todo. Su espíritu se confunde con los pregones de los mercados, con los micros que madrugan, con las carcajadas que brotan en cada esquina, con el taxista que lo solía escuchar por las tardes en "Los Chistosos". Como buen maestro del humor, ha dejado un eco que no muere: la voz que imitaba, la parodia que desarmaba solemnidades, la sátira que devolvía dignidad al pueblo.

Su trayectoria, iniciada en los años 60 tras un paso fortuito por Trampolín a la fama, se convirtió en un río inagotable de creatividad. Fue regidor, presentador, actor, visitador médico, pero sobre todo fue un artesano de la risa. En Risas y Salsa se transformó en el “gordiflón” deportivo, imitando al gran Pocho de Ovación, en Los Chistosos levantó la sátira política durante más de tres décadas, y en cada escenario supo recordarnos que el humor es también un acto de justicia.

Hoy, mientras los noticieros informan su partida, las calles parecen susurrar otra versión: que Guillermo Rossini no ha muerto, sino que ha subido a un escenario invisible, donde los ángeles se ríen con sus ocurrencias y los santos lo aplauden con devoción. En ese teatro celeste, Augusto Ferrando lo espera con un micrófono, y Pocho Rospigliosi le pide otra parodia.

El realismo mágico nos permite imaginar que cada carcajada que brote en el Perú será un guiño suyo, que cada chiste improvisado en la radio será su voz disfrazada, que cada niño que descubra la magia del humor estará recibiendo su herencia.

Guillermo Rossini no se despide: se multiplica. Se queda en la memoria colectiva como Personalidad Meritoria de la Cultura, como maestro de generaciones, como el hombre que convirtió la risa en patrimonio nacional.

El Perú llora su partida, pero también sonríe al recordarlo. Porque en la alquimia de la vida y la muerte, Rossini nos enseñó que la risa es eterna, que la voz del pueblo nunca se apaga, y que incluso en la despedida, el humor es la forma más luminosa de resistir.

Descansa, maestro. Tu risa ya es leyenda.

Cuantas veces nos hiciste reír con Pocho y su Gigante Deportivo y ahora han de estar festejando tu llegada junto a Morosini y tantas otras luminarias del arte y espectáculo peruano. Honor a quien honor merece. ¡Hasta siempre!. Condolencias a sus familiares. 

JCR

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