Más allá de la fuga...
En el recién inaugurado Aeropuerto Internacional de Lima, la multitud vibraba con el bullicio del primer día de operaciones. Entre la confusión y el caos, nadie notó la sombra que se deslizaba por los pasillos como un fantasma de otro tiempo. Pedro Pablo Kuczynski, en su silla de ruedas, avanzaba silenciosamente, escoltado por dos figuras que parecían más espectros que guardaespaldas. Sabía que tenía que salir del país antes de que la justicia le cerrara todas las puertas, pero lo que no sabía es que, en Perú, nadie huye sin pagar un precio.
Mientras cruzaba el control migratorio, el aire se volvió denso, pesado, como si una presencia invisible lo envolviera. Las luces del aeropuerto titilaron, proyectando sombras inquietantes en el suelo brillante. Un escalofrío recorrió su espalda cuando sintió una mirada ardiente sobre él. Alejandro Toledo, desde su celda en Barbadillo, lo observaba desde una vieja pantalla. Con el cigarro entre los labios, una chata de ron y una sonrisa torcida, murmuró: "Bienvenido al club".
PPK intentó apresurar el paso. Si lograba perderse entre el tumulto de viajeros, quizás podría tomar su vuelo sin que nadie lo notara. Pero entonces, el sonido del altavoz retumbó en el aire. Su nombre resonó en cada rincón del aeropuerto, seguido de una frase que heló la sangre de todos los presentes: "Alerta migratoria activada. Retenido en la terminal".
El exmandatario giró la cabeza frenéticamente, buscando una salida, pero el aeropuerto—ese monstruoso laberinto de corredores y luces frías—parecía haberse convertido en una prisión. La sombra de Alan García flotaba en el reflejo de los ventanales con un tiro en la cien cual Aníbal Lexter, la risa de Fujimori se escuchaba entre las alarmas y avistamientos de las llamas del infierno, el susurro de Pedro Castillo se enredaba en el viento que traía los murmullos de los pasajeros, como cargando el pollo aquel que nunca supo si estaba vivo o muerto. PPK sintió la presencia de todos aquellos que habían intentado escapar de la justicia y fracasado. Ahora él era uno más, en medio del humo del cigarrillo de otro "precioso" entre las rejas de Barbadillo, Ollanta Humala, que murmuraba a los oídos de su Partner Peter Castle, "al menos nosotros logramos exilios dorados para nuestras primeras damas, jeje".
Las cámaras de seguridad captaron su última imagen antes de que la señal desapareciera en un súbito parpadeo: sus ojos vacíos, su boca entreabierta en un grito silencioso, su cuerpo rígido como si algo—o alguien—lo hubiera atrapado en un plano del que jamás volvería.
A partir de ahora, comienza a gestarse la leyenda del aeropuerto Jorge Chávez, que cada vez que un político corrupto intente huir del Perú, la silueta de PPK aparecerá entre los viajeros, con su silla de ruedas inmóvil y una maleta que nunca llegará al avión. Porque aquí, en esta tierra de presidentes caídos, el pasado nunca dejará escapar a sus protagonistas.
Así es que, piénsalo bien Vizcarra. Incluida Dina y los que vienen lanzando sus alegres candidaturas políticas rumbo a las elecciones 2026, como Phillip Butter, Carlos Álvarez y Porky, a quienes se les puede acabar la sonrisa en un santiamén. Los apus indican que serán los próximos ex presidentes que intentarán burlar nuestras fronteras. Oído al tambor. Guerra avisada no mata soldado.
Amanecerá y veremos.
JCR/UDI/FUNHI

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