En algún lugar entre la última línea escrita y el primer rayo del alba, existe un rincón invisible en el mapa: el Rincón de las Ánimas. Aquel que gritaba el narrador cuando se sentía a la patria a través de un anecdótico gol y sin embargo, momento tan serio como la vida misma. No aparece en Google ni en los archivos del Instituto Geográfico Nacional. Solo los que han narrado la verdad con el corazón pueden llegar allí, a ese entrañable rincón.
Dicen que cada 1 de octubre, cuando el Perú despierta entre titulares y café, ese rincón se ilumina como una sala de redacción celestial. Las teclas suenan solas como el viejo teclado, las cámaras giran sin operador, y las voces de los que partieron se mezclan con el viento que baja de los Andes.
Allí están todos. Ernesto García Calderón corrige comas en las crónicas del alma. Humberto Martínez Morosini presenta el noticiero de todas la noches, "24 horas", con la solemnidad de quien aún cree en la palabra. Pepe Ludmir desde Hollywood habla de Sean Connery y el 007, mientras Alfonso “Pocho” Rospigliosi debate sobre el fútbol de los ángeles celestiales, mucho más supremos que los Angeles "Lakers" terrenales. Emilio Laferranderí "El Veco", Micky Rospigliosi, Juan Iglesias Menéndez, Italo VIllarreal y Efraín Trelles, grandes amigos… cada uno con su estilo, su pasión, su legado.
Marco Aurelio Denegri dicta cátedra sobre ética desde una nube que huele a papel viejo y tinta fresca. Francisco Miró Quesada guía a los nuevos reporteros del más allá, mientras Manuel Delgado Parker produce un programa que solo se transmite en los sueños de los periodistas vivos. Hay uno recién llegado que parece preguntarse ¿Qué hago aquí?, ante la mirada celestial de una especie de San Pedro que parece decirle: "Jaime Chincha, no te tenía en mi lista". "Tenía a Bayly que siempre anda anunciando su llegada, pero nunca termina de llegar"
En ese rincón, las noticias no se imprimen: se susurran. Las exclusivas no se venden: se comparten. Y los escándalos no se ocultan: se transforman en lecciones.
Dicen que San Pedro, con su libreta de anotaciones, les da pase directo cada año. “Ustedes sí tocaron el cielo”, les dice, mientras les sirve café con aroma a redacción. Ellos celebran su día con humildad, con memoria, con compañía.
Y aunque aquí, en la tierra, sus voces ya no se oyen en la radio ni en la televisión, su eco vive en cada periodista que se atreve a contar lo que otros callan. En cada estudiante que aprende que el periodismo no es solo oficio, sino destino. En cada lector que encuentra en una nota la chispa de la verdad.
Porque el periodismo peruano no muere: se transforma en luz, en viento, en palabra. Y cada 1 de octubre, el Rincón de las Ánimas se convierte en la redacción más sagrada del universo.
Honor y gloria a quienes tocaron el cielo con sus letras. Un brindis por los que aún andamos respirando y escribiendo en este mundo terreno, ancho y ajeno.
JCR



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