La Cámara de Comercio del Distrito Federal, Caracas, nos sirvió de escenario para conmemorar el sexto aniversario de la Fundación Universidad Hispana en el marco del "Día de las Lenguas Originarias". Un puñado de personalidades fueron reconocidas por el Colegio de Licenciados en Administración del Distrito Capital, nuestra Fundación y la Universidad Central de Venezuela, con el beneplácito de la Embajada del Perú en Caracas. Fue un 27 de mayo de 2016, fecha muy especial para nosotros porque es fecha onomástica de nuestra señora madre Iris Rubio Soto (Q.E.P.D.). En su recuerdo, he aquí un extracto literario de aquel grato encuentro cultural...
Encuentro de memorias, lenguas originarias y hermandades.
En una tarde templada, entre los muros solemnes de una sala que parecía contener siglos de historia compartida, se tejió un acto que no fue solo institucional, sino profundamente simbólico. El Colegio de Licenciados en Administración del Distrito Capital, en alianza con la Fundación Universidad Hispana, convocó a voces, memorias y gestos que celebraban dos fechas de honda resonancia: el sexto aniversario de la Fundación y el Día de las Lenguas Originarias.
La voz inaugural: Roy Machado, el verbo que convoca.
La voz del locutor profesional y maestro de ceremonias, Eleazar González, dio paso al licenciado Roy Machado, vicepresidente del Colegio, quien abrió el acto con palabras que no solo saludaban, sino que tejían vínculos. Su saludo a la licenciada Rosa Álvarez Núñez, representante de la Embajada del Perú, y a la profesora Diana Hernández de la Universidad Central de Venezuela, fue más que protocolo: fue reconocimiento. Al mencionar al presidente de la Fundación Universidad Hispana, el licenciado Jorge Carrión Rubio, su tono se tornó cálido, casi fraterno, como quien sabe que la cultura se construye entre amigos que creen en lo imposible.
Machado recordó que el evento no era solo una efeméride, sino un gesto de acercamiento entre dos pueblos que comparten raíces, luchas y esperanzas. Agradeció a la Embajada del Perú por su presencia, aún en medio de las exigencias de una coyuntura electoral, y dio paso a la palabra diplomática.
La voz del Perú: Rosa Álvarez Núñez, entre el deber y la emoción.
La licenciada Álvarez Núñez, con la dignidad serena de quien representa a una nación, transmitió el saludo del embajador Mario López Chávarry. Sus palabras, leídas con respeto y emoción, fueron un canto a la diversidad lingüística del Perú. Recordó que las lenguas originarias no son solo medios de comunicación, sino universos simbólicos, cosmovisiones que resisten al olvido.
El embajador, a través de su emisaria, evocó el legado de Juan Velasco Alvarado y la vigencia del artículo 48 de la Constitución peruana, que reconoce como oficiales no solo el castellano, sino también el quechua, el aimara y otras lenguas aborígenes. Su mensaje fue claro: preservar las lenguas es preservar la identidad, y este acto en tierra venezolana era un gesto de afirmación cultural.
La voz de la Fundación: Jorge Carrión Rubio, el poeta de la memoria.
Cuando el licenciado Jorge Carrión Rubio tomó la palabra, el aire se volvió más íntimo, más reflexivo. Su discurso fue una travesía por el Perú ancestral, por los vínculos invisibles que unen a los pueblos más allá de las fronteras. Agradeció a los antepasados, a la Cámara de Comercio, a los niños presentes, y a todos los que apuestan por la cultura en tiempos de crisis.
Carrión habló de la utopía de vivir para la cultura, de la necesidad de apoyar a las escuelas humildes, de la vigencia de los principios incas: ama sua, ama llulla, ama quella. Su voz, cargada de poesía y convicción, recordó a César Vallejo, al inmigrante universal, al poeta que murió lejos de su tierra, pero nunca lejos de su gente.
Un acto que sembró futuro
La ceremonia no fue solo un evento. Fue un ritual de reconocimiento, una siembra de palabras que buscan germinar en las nuevas generaciones. Entre saludos, aplausos y evocaciones, se reafirmó la voluntad de construir puentes culturales entre Perú y Venezuela, de celebrar la diversidad como riqueza, y de apostar por la memoria como fundamento de la hermandad.
Porque como dijo el poeta, “hoy no ha venido nadie a preguntar”, pero sí vinieron muchos a recordar, a agradecer, a sembrar. Y en esa sala, por unas horas, América Latina volvió a ser una sola voz, tejida en lenguas ancestrales, en gestos diplomáticos, en palabras que no se olvidan.
Epílogo ceremonial: entre silbidos, homenajes y vuelo andino
Tras las palabras que tejieron historia y hermandad, el aire se llenó de una melodía inesperada: el maestro Edgar Moreyra, conocido como El Turpial de Venezuela, ofreció un recital musical en “Whistle Voice”, arte sonoro que transforma el silbido en canto ancestral. Cada nota parecía invocar los vientos de los Andes, los susurros de la Amazonía, y el eco de las lenguas que aún resisten en la memoria de los pueblos.
La voz del reconocimiento: Rómulo Guédez y los Honoris Causa
Subió al escenario el profesor Rómulo Guédez, con la solemnidad de quien sabe que la palabra puede ser también un acto de justicia. En nombre de la Fundación Universidad Hispana, dirigió unas palabras que celebraban no solo trayectorias individuales, sino el tejido colectivo de quienes apuestan por la cultura, la educación y la identidad.
Con un papel en mano —ese “papelito” que guarda decisiones trascendentes— anunció los nombres de los galardonados con las Distinciones Honoris Causa 2016, otorgadas por la Fundación y el Colegio de Licenciados en Administración del Distrito Capital. Cada nombre pronunciado fue recibido con aplausos que no solo reconocían, sino agradecían.
Los homenajeados: custodios de la cultura y la memoria
Dalila Show, por su interpretación magistral de piezas musicales en idioma quechua, voz que revive el alma de los Andes.
Distribuidora Reaño, representada por José Torres Reaño, símbolo del emprendimiento peruano en tierra venezolana.
Edgar Moreyra, Whistle Voice, por su arte único que convierte el silbido en canto universal.
Editorial Boeta, por su proyección internacional y su apuesta por la palabra impresa como puente cultural.
Orquesta Tokún, representada por José Hidalgo, por su exploración sonora en idioma yoruba, evocando las riquezas del fondo del mar.
Instituto Gladys de Franz, representado por Dafne Fernández, por su labor educativa en los barrios de Caracas.
Chef Manfer Cubas, por su exquisita representación de la gastronomía peruana en Venezuela, sabor que une.
Juan Injoque, por su aporte fílmico que retrata la vida y la cultura desde el lente sensible.
Teo Sawaya, homenaje póstumo al Dr. Teodorico Sawaya, médico peruano, con un minuto de silencio que fue oración colectiva.
Roy Machado, por su apuesta cultural y su libro “Corro, luego pienso”, que corre entre letras y pensamiento.
Jorge Carrión Rubio, por ser el arquitecto de este encuentro, tejedor de puentes entre Perú y Venezuela, entre memoria y futuro.
El vuelo final: Tauromaquia, Dalila Show y el Cóndor Pasa
Como cierre del acto, la sala se llenó de una emoción profunda. Primero con Otoniel de Castilla y su magistral interpretación poética de Los Heraldos Negros y una demostración flamenca de unos pases de tauromaquia. Luego, Dalila Show volvió al escenario, esta vez para interpretar El Cóndor Pasa en idioma originario. Su voz, cargada de historia y dignidad, hizo volar al cóndor sobre los Andes, sobre Caracas, sobre cada corazón presente. Fue más que una canción: fue un rito, una despedida, una promesa.
Así concluyó el encuentro. No como un evento más, sino como una ceremonia de afirmación cultural, de reconocimiento mutuo, de memoria viva. Porque cuando la palabra se celebra, la cultura florece. Y cuando el cóndor canta, América recuerda que sigue siendo una sola.











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