¿Cómo se originó el conflicto fronterizo entre Perú y Colombia?
La gente se pregunta cómo se han tejido, a lo largo de más de un siglo, las causas históricas y políticas que hoy vuelven a poner en tensión la frontera entre Perú y Colombia. A continuación resumo el origen de ese conflicto, los tratados, las disputas en la Amazonía y por qué asuntos contemporáneos — como las declaraciones del presidente Gustavo Petro y la ausencia de la presidenta Dina Boluarte en el país — alimentan una escalada diplomática que conviene entender.
Contexto histórico y legados de la independencia
Perú y Colombia comparten un pasado común en las luchas por la independencia. Tras la fragmentación de la Gran Colombia y la independencia de Ecuador, quedaron zonas amazónicas poco definidas: los límites se trazaron con criterios muy básicos y muchas áreas quedaron en disputa. A esa ambigüedad se sumaron conflictos posteriores — como la larga guerra entre Perú y Chile — que condicionaron la política peruana de fronteras.
En ese contexto, el presidente Augusto B. Leguía, impulsó la política de “cerrar fronteras” para concentrarse en el reclamo con Chile por Tacna y Arica. Eso llevó a concesiones y acuerdos con vecinos como Brasil y Bolivia, y a la disputa territorial con Colombia por la Amazonía.
El boom del caucho, Julio C. Arana y la Pedrera
El auge del caucho a comienzos del siglo XX moldeó la ocupación de la Amazonía. Julio C. Arana, el llamado “rey del caucho”, concentró concesiones en la cuenca del Putumayo y el Caquetá. Cuando su poder decae por escándalos y abusos, esas tierras pasan a manos colombianas y a explotadores colombianos, lo que alimenta tensiones sobre el control efectivo del territorio.
En 1914, el conflicto en La Pedrera (en la selva, cercano al río Caquetá) marcó un episodio bélico que mostró la lejanía y dificultad logística de sostener campañas militares en la Amazonía: recorrer de Lima a La Pedrera en esa época era tan lejano como ir de Bruselas al Congo Belga en términos de esfuerzo.
El Tratado Salomón–Lozano: una cesión y un secreto
Para acabar con la disputa, Perú y Colombia firmaron el Tratado Salomón–Lozano en 1922. Ese acuerdo trazó fronteras en la Amazonía y otorgó a Colombia el llamado “trapecio amazónico”, incluyendo el acceso al río Amazonas mediante la cesión de territorio que incluía a Leticia.
Dos puntos claves que subrayar:
- El tratado se mantuvo secreto entre 1922 y 1927. Cuando se dio a conocer, la noticia de que se había cedido Leticia causó un fuerte rechazo en Perú.
- La línea trazada en mapas resultó ser una construcción humana: un “trapecio” artificial que buscaba darle a Colombia acceso al Amazonas, aun cuando la realidad geográfica y la ocupación humana (Leticia era entonces una población de mayoría peruana) complicaban la solución.
Es importante recordar que Leticia no era una tierra deshabitada: era una villa con población predominantemente peruana — similares a Iquitos en su origen — que de la noche a la mañana quedaba bajo soberanía colombiana por el tratado.
La crisis de entreguerras: Sánchez Cerro, Benavides y el Protocolo de Río
La firma secreta del tratado y el descontento interno peruano desembocaron en episodios tensos durante la década de 1930. Tras la caída de Leguía, se produjo el levantamiento de Sánchez Cerro; hubo revueltas de los pobladores en Leticia reclamando volver al Perú; y se llegó al asesinato de Sánchez Cerro durante un desfile militar.
Ante la crisis, el general Óscar R. Benavides asumió el poder y buscó solucionar el conflicto por la vía diplomática. Se firmó un protocolo de arreglo que terminó devolviendo Leticia a Colombia y normalizando la situación — un acuerdo que también ha sido citado en discusiones contemporáneas sobre la validez y las ambigüedades de los trazos fronterizos.
Santa Rosa: una formación fluvial cambiable
La isla o formación conocida como Santa Rosa, frente a Leticia, es central en la controversia actual. No se trata de una “isla” estable al estilo de una porción de tierra firme: su configuración depende del caudal del río Amazonas. En temporadas la isla aparece y desaparece; no hay automóviles; la movilidad allí se da en bicicleta o mototaxi.
De tal suerte que hablar de “ceder” Santa Rosa requiere entender la naturaleza del río: el caudal del Amazonas modifica islas, bancos y riberas constantemente. Lo que algunos reclaman como un espacio “de soberanía” tiene también ese componente natural que lo hace inestable y dependiente del río.
El componente político actual: Petro, Boluarte y el riesgo de escalada
La tensión actual incluye varios actores y motivaciones políticas:
- Gustavo Petro enfrenta fuertes problemas domésticos en Colombia: una oposición interna activa (entre quienes se agrupa la figura de Álvaro Uribe), protestas y cuestionamientos que lo tienen preocupado.
- La relación personal y diplomática entre Petro y la presidenta Dina Boluarte no ha sido fluida. Las formas públicas de trato entre mandatarios y la ausencia de gestos diplomáticos mínimos han ido caldeando la atmósfera.
- La ausencia de la presidenta Boluarte del Perú— viajes frecuentes sin un vicepresidente que la reemplace — , que a buen juicio es culpa del Congreso al permitirlo, genera una percepción de fragilidad del Estado en momentos críticos. Una Presidencia sin suplente reduce la capacidad de respuesta inmediata.
Petro ha hecho declaraciones y propuestas públicas respecto a Santa Rosa y Leticia; en su momento dijo frases que incentivaron la atención internacional. En su contexto, esa retórica puede ser aprovechada políticamente para mostrarse firme frente a su público interno, especialmente cuando está en dificultades en Colombia.
Si un presidente extranjero, por ejemplo Petro, encabeza movilizaciones o actos en la zona, el riesgo de escalada existe. La historia demuestra que episodios fronterizos en la Amazonía han producido confrontaciones (aunque afortunadamente con pérdidas humanas limitadas, y muchas muertes por enfermedades tropicales más que por disparos). El antecedente de La Pedrera y la guerra por Leticia en los años 30 muestran que la Amazonía exige manejo prudente y diplomático.
Reflexión
El conflicto fronterizo entre Perú y Colombia tiene raíces históricas profundas: decisiones tomadas en contextos muy distintos, intereses económicos (el caucho), tratados firmados en secreto, la naturaleza cambiante del Amazonas y tensiones políticas contemporáneas convergen para explicar por qué el tema reaparece ahora.
La conclusión es clara: debemos abordar este tipo de controversias con memoria histórica, rigor diplomático y prudencia. Los trazos en mapas son importantes, pero también lo son las poblaciones afectadas, la dinámica fluvial y la responsabilidad de los gobernantes para no convertir una disputa diplomática en un incidente mayor. Santa Rosa no es un territorio estable que pueda adjudicarse sin considerar su carácter fluvial; Leticia fue una ciudad peruana que cambió de soberanía por acuerdos del siglo XX; y a la vez la política actual — y la imagen pública de los líderes — puede agravar o calmar la situación.
Es imprescindible que el diálogo bilateral y el respeto por las reglas del derecho internacional prevalezcan sobre las gesticulaciones políticas. La Amazonía merece soluciones técnicas, multilateralidad y sensibilidad histórica, no decisiones precipitadas ni aprovechamientos electorales.
🕊️ Provocaciones fronterizas como estrategia política
1. Hugo Chávez y la retórica de guerra
- En 2009, Chávez ordenó movilizar tropas hacia la frontera con Colombia y cerrar la embajada en Bogotá, en respuesta al acuerdo militar entre Colombia y EE.UU. que permitía el uso de bases colombianas por fuerzas estadounidenses.
- Estas amenazas se dieron en un momento de creciente presión interna en Venezuela, con acusaciones de corrupción, escasez y polarización política.
- Chávez apeló a la “guerra de resistencia” como doctrina, militarizando la sociedad civil y promoviendo una narrativa de defensa nacional frente al “imperialismo”.
2. Daniel Ortega y la confrontación simbólica
- Ortega ha emitido declaraciones beligerantes en diversos contextos, como su exigencia al presidente Uribe de retirar barcos del meridiano 88, y más recientemente, su intervención verbal en el conflicto Irán-Israel, acusando a Israel de genocidio.
- Estas posturas se han dado en medio de acusaciones de autoritarismo, represión interna y crisis económica en Nicaragua.
- Su retórica internacional suele alinearse con regímenes antiestadounidenses, buscando cohesión interna a través de enemigos externos.
3. Gustavo Petro y la disputa por la isla Santa Rosa
- Petro declaró que Colombia no reconoce la soberanía peruana sobre la isla Santa Rosa, ni a sus autoridades, calificándolas como “impuestas de facto”.
- Esta declaración se dio en medio de tensiones sociales en Colombia, como el paro campesino en Boyacá y conflictos mineros, además de una caída en popularidad del mandatario.
- Expertos como Óscar Vidarte señalan que el discurso de Petro carece de base legal y responde más a una estrategia política para fortalecer su imagen interna.
🔍 El patrón maquiavélico: crisis interna → enemigo externo
- Crisis de gobernabilidad: En todos los casos, los líderes enfrentaban presiones internas — económicas, sociales o políticas — que amenazaban su legitimidad.
- Narrativa patriótica: Se recurre a la defensa del territorio como símbolo de unidad nacional, apelando al patriotismo para desviar la atención de los problemas internos.
- Polarización interna: En contextos de división política, estas provocaciones tienden a unir a sectores enfrentados bajo una causa común: la defensa de la nación.
- Desgaste institucional: Estas estrategias erosionan la diplomacia y la institucionalidad internacional, poniendo en riesgo la paz alcanzada con esfuerzo histórico.
¿Qué está en juego?
La paz fronteriza en América Latina ha sido fruto de tratados como el Salomón-Lozano (1922) y el Protocolo de Río de Janeiro (1934), que definieron límites entre Perú y Colombia. Reabrir disputas como la de Santa Rosa no solo pone en tensión la relación bilateral, sino que puede alterar la percepción pública y alimentar nacionalismos peligrosos.
🕊️SANTA ROSA: LA PATRIA QUE NO CABE EN LOS MAPAS
En la bruma que se posa sobre el río Amazonas, donde el agua no distingue fronteras y los peces nadan sin pasaporte, se levanta Santa Rosa, una isla que ha sido peruana desde que la memoria de sus pobladores aprendió a contar los días por el canto de los gallos y el vaivén de las embarcaciones. Es decir, desde tiempos donde el Gabo imaginó Macondo. Allí, la patria no se grita: se cultiva, se cocina, se abraza.
Pero de pronto, desde los palacios donde el mármol no conoce el barro, se alzan voces que pretenden redibujar los mapas, y pretenden alterar a las Úrsula Iguarán y compañía, desconociendo que una hija oriunda del Perú, de la actual Iquitos, Leticia, le dio el nombre a la actual ciudad colombiana que lleva su sangre, tierras peruanas obsequiadas en tiempos de Leguía.
Discursos improvisados, como el del presidente colombiano Gustavo Petro, que desconoce la soberanía peruana sobre Santa Rosa, caen como relámpagos sobre una tierra que no pidió ser campo de batalla simbólica. ¿Qué saben los niños de Santa Rosa de la geopolítica? Ellos solo saben que el pan se comparte con los vecinos de Leticia y Tabatinga, que el fútbol se juega en equipo, sin importar si el balón cruza una frontera invisible.
Los pueblos fronterizos son los verdaderos custodios de la paz. No la paz de los tratados, sino la paz cotidiana: la que se construye con trueques, con matrimonios mixtos, con canciones que mezclan acentos. Cuando los mandatarios, acorralados por sus propias crisis internas, apelan a la confrontación como cortina de humo, olvidan que en estos rincones del mundo la patria es un gesto, no una consigna.
Santa Rosa no es solo una isla: es un símbolo de lo que América Latina podría ser si dejara de mirarse con recelo. Allí, los peruanos, colombianos y brasileros comparten los mismos sacrificios: la lucha contra el olvido estatal, la defensa de la selva, el anhelo de una educación digna para sus hijos. ¿Cómo puede alguien, desde la distancia del poder, negarles el derecho a vivir en armonía?
Las provocaciones estratégicas de ciertos regímenes, como las de Hugo Chávez en su momento:
“SEÑOR MINISTRO DE DEFENSA, MUÉVAME DIEZ BATALLONES HACIA LA FRONTERA CON COLOMBIA, DE INMEDIATO… ORDENO DE INMEDIATO EL RETIRO DE TODO NUESTRO PERSONAL DE LA EMBAJADA EN BOGOTÁ, QUE SE CIERRE NUESTRA EMBAJADA EN BOGOTÁ… SEÑOR CANCILLER NICOLÁS MADURO CIERREME LA EMBAJADA EN BOGOTÁ Y QUE SE VENGAN TODOS LOS FUNCIONARIOS QUE ESTÁN ALLÁ…”
O las de Daniel Ortega en otro lamentable momento:
PRESIDENTE URIBE, DELE LA MANO A NICARAGUA, RETIRANDO LOS BARCOS DE GUERRA DEL MERIDIANO 88.
Y ahora Petro:
COLOMBIA NO RECONOCE LA SOBERANIA DEL PERÚ SOBRE LA DENOMINADA ISLA DE SANTA ROSA Y DESCONOCE A LAS AUTORIDADES DEFACTO IMPUESTAS EN LA ZONA…
Este tipo de discursos no son nuevos. Son parte de un libreto gastado, donde el enemigo externo sirve para unir lo que internamente se desmorona. Pero en Santa Rosa, ese libreto no se lee. Se vive otro guion: el de la resistencia silenciosa, el de la fraternidad sin fronteras.
Porque en Santa Rosa, la patria no se defiende con armas, sino con afectos. Y esos afectos no entienden de líneas divisorias. Son los que sostienen la paz que costó tantas muertes y sacrificios. Una paz que no debe ser estrangulada por discursos que buscan encender fuegos donde solo hay brasas de esperanza.
UDI/FUNHI

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