Cada 8 de septiembre, el mundo se detiene por un instante para rendir homenaje a quienes han hecho de la palabra su trinchera, del testimonio su legado, y de la verdad su bandera. El Día Internacional del Periodista, instaurado en memoria del checo Julius FuÄŤík —ejecutado por los nazis en 1943 por ejercer el oficio con dignidad y valentía— no es solo una fecha en el calendario: es un llamado a recordar que el periodismo, en su forma más pura, es resistencia, es memoria, es humanidad.
Desde las primeras imprentas que dieron luz a la “Gaceta de Buenos Aires” en 1810, donde Mariano Moreno escribía con fuego patriótico, hasta las páginas del “Correo del Orinoco” fundado por Simón Bolívar en 1818, América Latina ha tejido su historia con tinta y coraje. Cada país ha consagrado una fecha distinta para celebrar a sus periodistas, pero todos comparten una misma esencia: la convicción de que informar es un acto de servicio, de entrega, y muchas veces, de sacrificio.
En Paraguay, el asesinato de Santiago Leguizamón en 1991 marcó con sangre la lucha contra el silencio impuesto por el crimen organizado. En Bolivia, el fusilamiento de Cirilo Barragán en 1865 sin juicio previo lo convirtió en mártir de la prensa. En Brasil, João Batista Líbero Badaró cayó por defender ideales libertarios. En Cuba, José Martí fundó “Patria” como órgano de conciencia revolucionaria. Y en Perú, Jaime Bausate y Meza dio vida al primer diario nacional en 1790, abriendo camino a generaciones de comunicadores que hoy siguen honrando su legado.
Cada nombre, cada fecha, cada periódico fundado en medio de la adversidad, nos recuerda que el periodismo no es solo oficio: es vocación. Es el arte de mirar con profundidad, de escuchar con respeto, de escribir con responsabilidad. Es la voz de los que no tienen voz, el eco de los pueblos que luchan por justicia, el espejo de nuestras contradicciones y esperanzas.
Hoy, evocamos a los periodistas de ayer, de hoy y de siempre. A los que escribieron desde la cárcel, desde la clandestinidad, desde trincheras de guerra o desde redacciones humildes. A los que fueron silenciados por decir la verdad, y a los que siguen hablando aunque el mundo intente callarlos.
Que este Día del Periodista Internacional sea también una jornada de reflexión. Que recordemos que sin prensa libre no hay democracia, que sin periodistas comprometidos no hay memoria, y que sin verdad, no hay futuro.
A todos los comunicadores que dignifican el oficio con ética, valentía y pasión: gracias. Que su voz siga siendo faro en la oscuridad, y que su palabra siga construyendo puentes entre generaciones, culturas y conciencias.
Porque mientras haya alguien dispuesto a contar la historia, la esperanza seguirá viva.
UDI/FUNHI/JCR

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