La flota estadounidense frente a Venezuela y el ajedrez geopolítico en el Caribe
Por Jorge Carrión Rubio
La presencia de una poderosa flota naval estadounidense frente a las costas de Venezuela ha dejado de ser una simple noticia militar para convertirse en un símbolo de tensión global. El despliegue del buque Iwo Jima —una base naval flotante— junto al Fort Lauderdale, el San Antonio y tres destructores con capacidad de lanzar casi 300 misiles Tomahawk, ha encendido las alarmas en América Latina y más allá. ¿La excusa oficial? Combatir el narcotráfico. ¿La lectura realista? Un posible escenario de intervención militar para poner fin al régimen de Nicolás Maduro.
En términos boxísticos las apuestas juegan a favor de Donald Trump por la vía del sueño, debido al amplio arsenal bélico con tecnología de punta con el que cuentan las fuerzas norteamericanas. Otros dicen que el desenlace sería por walcover, es decir, que el tristemente célebre Nicolás Maduro, cuando finalmente vea que las tropas de Trump comienzan a accionar en procura de su derrocamiento, hasta sus más cercanos aliados civiles y militares, le darían la espalda y no moverían un dedo por defenderlo, de tal suerte que no le quedaría otra opción de no aparecer en escena, e intentar que literalmente se lo trague la tierra, como aconteció con el no menos célebre Saddam Hussein, quien fuera encontrado el 13 de diciembre de 2003 cerca de su ciudad natal, Tikrit, por las fuerzas estadounidenses durante la "Operación Amanecer Rojo", escondido en un pequeño hueco bajo tierra.
Tecnología de guerra en tiempos de diplomacia débil
A diferencia de la invasión a Panamá en 1989, que requirió 26,000 tropas para derrocar a Manuel Noriega, hoy la tecnología permite una ofensiva quirúrgica en minutos. Expertos militares afirman que, con el arsenal desplegado, Estados Unidos podría neutralizar en 15 minutos los principales puntos estratégicos de Venezuela: el aeropuerto de Maiquetía, la base militar de Tiuna, el Palacio de Miraflores y las instalaciones aéreas en Maracaibo. Los misiles Tomahawk, los aviones de despegue vertical Harrier y los 30 helicópteros de transporte convierten esta flota en una fuerza de acción inmediata.
Además, la recompensa por Maduro ha sido elevada a 50 millones de dólares, un gesto que no solo refuerza la narrativa de criminalidad, sino que también recuerda los métodos de presión utilizados en otros momentos históricos.
Similitudes con Noriega, diferencias con el presente
Las analogías con el caso Noriega son inevitables: dictadura, acusaciones de narcotráfico, vínculos con organizaciones criminales y una narrativa internacional que justifica la intervención. Pero el mundo ha cambiado. Hoy existen normas de derecho internacional, tribunales penales y una opinión pública global más crítica. Sin embargo, ni Maduro ni Trump parecen preocupados por esos límites. Ambos operan en un terreno volátil, donde la diplomacia se mezcla con la amenaza.
El ajedrez geopolítico: ¿Se alinean las estrellas?
La hipótesis de una negociación tácita entre Trump y Putin —Ucrania para Rusia, Venezuela para Estados Unidos— ha cobrado fuerza. China, pragmática, se mantiene al margen. Irán, debilitado por los conflictos en Medio Oriente, no tiene capacidad de intervención. En este contexto, Maduro parece más aislado que nunca.
Brasil, tradicional aliado regional, ha marcado distancia. Lula da Silva ha recordado que su gobierno nunca reconoció a Maduro como presidente legítimo. Colombia, por su parte, enfrenta una incómoda posición geopolítica: una frontera compartida con Venezuela, una relación tensa con Estados Unidos y una zona binacional que podría convertirse en escenario de conflicto.
¿Está cerca el fin del régimen?
La pregunta que se repite en medios, pasillos diplomáticos y conversaciones ciudadanas es si estamos ante el fin del régimen de Maduro. La respuesta, depende de si hablamos desde el deseo democrático o desde la complejidad real del mundo. Maduro podría tener cartas bajo la manga. Trump también. Y aunque el poderío militar estadounidense es abrumador, la historia nos ha enseñado que los desenlaces no siempre son lineales.
Reflexión final: La flota frente a Venezuela no es solo una demostración de fuerza. Es una advertencia, una presión estratégica y quizás el preludio de un cambio histórico. Pero en el tablero latinoamericano, cada movimiento tiene consecuencias. Y mientras las estrellas parecen alinearse, el destino de Venezuela sigue siendo una incógnita que el mundo observa con cautela, esperanza y temor.

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