En Huaricolca, donde las nubes se posan como abuelas sobre los cerros y el viento murmura historias que sólo los niños entienden, ocurrió algo que no fue del todo humano ni del todo divino, pero sí profundamente milagroso. Fue casi diciembre, aunque en Tarma diciembre no llega con calendario, sino con el olor a pan recién horneado y el eco de villancicos que brotan de las piedras.
El Asesor Espiritual de la Fundación Universidad Hispana (FUNHI) para Latinoamérica, reverendo padre Juan Carlos Navarro Tiburcio —miembro de la Diócesis de Tarma y sembrador de vocaciones— inició la campaña navideña 2025 con un gesto que no se mide en objetos, sino en luz: la entrega de presentes a los niños y adolescentes del Colegio Santa Elena, en el distrito de Huaricolca, Tarma, Junín. Pero más que regalos, llevó semillas. Y más que palabras, sembró llamados. La emoción de saber que los regalos provenían de Norteamérica, gracias a la gestión de la honorable Eladia Montañez Huancaya, Presidenta de la FUNHI - Nueva York, hizo que el padre Juan Carlos mencionara a nuestra Fundación como Hispano Americana, porque efectivamente esta ecuación perfecta ha permitido este milagro en la Perla de los Andes, Tarma.
Los motores que rugían no eran de máquinas, sino de ángeles disfrazados de camionetas, que traían desde tierras lejanas ropas que no eran ropas, sino abrazos tejidos por manos invisibles. Cada prenda tenía memoria: una bufanda recordaba a una abuela de Ayacucho, un par de zapatos soñaba con correr por los campos de Junín, y una chompa sabía rezar en silencio.
El padre Juan Carlos no llegó solo. Lo acompañaba la hermana misionera Fidelina, de las Misioneras Siervas del Divino Espíritu, quien no caminaba, sino que flotaba entre los alumnos como quien conoce el mapa secreto de las almas. Juntos, orientaron a los estudiantes hacia la vocación sacerdotal del Centro del Perú, como quien señala una estrella en pleno mediodía.
Los niños recibieron los presentes como quien recibe un secreto. Algunos los abrazaban, otros los compartían sin saber que estaban cumpliendo profecías. Porque en Santa Elena, regalar es un acto de fe, y recibir es un acto de vocación. El padre hablaba de seminaristas, de coros juveniles, de horizontes que no se ven pero se sienten. Y los jóvenes, sin saberlo, empezaban a escuchar la voz de Dios en el timbre de sus propias inquietudes.
Una niña de quinto año preguntó si los ángeles también usan uniforme escolar. Un niño de tercero quiso saber si ser sacerdote implicaba jugar fútbol con Dios. Y en ese instante, Tarma dejó de ser una ciudad y se convirtió en un pesebre extendido, donde cada niño era un pastorcito y cada regalo, una estrella.
La jornada vocacional no fue una charla. Fue un conjuro. Las palabras de la hermana Fidelina tejieron puentes entre lo cotidiano y lo eterno. Habló de discernir, de arriesgarse, de no tener vergüenza de los sueños que Dios susurra cuando uno duerme con el corazón abierto. Y los jóvenes, que antes dudaban, comenzaron a imaginarse monjes, misioneras, sacerdotes, o simplemente seres de luz.
Al final, cuando el director pidió un aplauso, no fue un aplauso. Fue un temblor. Porque en Tarma, cuando se aplaude con gratitud, los cerros responden con flores fuera de estación. El padre Juan Carlos prometió volver, y todos supieron que no era una promesa, sino una cita con el destino.
Así fue como, en "La Perla de los Andes", la Navidad se adelantó. No con luces, sino con vocaciones. No con trineos, sino con camiones que sabían rezar. Y no con Santa Claus, sino con un sacerdote que enseñó que ser hombre de bien es el mayor regalo que uno puede ofrecerle al mundo.
DISTINGUIDOS HONORIS CAUSA: Únanse a nuestra campaña espiritual, más allá de lo material y hagan llegar sus presentes desde cualquier parte del mundo, que sin duda, se producirá el milagro y se convertirán en bendiciones no sólo para los niños y jóvenes de nuestros pueblos olvidados, sino para los padrinos y madrinas del mundo solidario que aún estamos a tiempo de rescatar
UDI/FUNHI/JCR
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